catedral de noche

Era, por así decirlo, relajante estar en sitios donde no hubiera mayor centro de 'urbanización'. Y hermoso, siendo de noche. Tranquila, estaba colgando, más bien sentada en el techo, mis pies eran los que se colgaban y se movían.
Me encontraba en lo alto de la vieja catedral, en el campanario, la parte más hermosa y misteriosa de una iglesia.
Tenia que admitir, era mi parte favorita, al contrario de adentro: Habitaciones viejas, sucias y llenas de cruces. Desde donde estaba veía una casona mediana, que la conocía y sus cuartos se encontraban en las mismas condiciones que este, esa parte era un viejo convento.

- Frío -dije curvando los labios, y con el silencio que acompañaba al lugar escuché la puerta principal cerrándose-.

El viento era melódico, especial. Cada ves que respiraba lo hacia profundamente. La tranquilidad, era acompañante tanto del mal como del bien. Creía más neutra que nada.
Me encogí de hombros y cerré los ojos. Estaba cansada, ser un vampiro no impedía que no pudiera dormir o tuviese sueño en algún momento.
Aunque mi vida era ya bastante fría y sin emoción como para dormir. Hablando de ambientes fríos, aunque recién recordaba, el otoño estaba por terminar. Y días más fríos iban a comenzar.
De la nada, se escucho un fuerte sonido sordo, que prevenía del convento que estaba frente a mis ojos. Era raro, aunque estuviera distraída no sentí a nadie ni a nada por el alrededor.

- Raro. -me dije a mi misma en voz alta-.

Balanceé sobre el peso de mi cuerpo para poder arrodillarme y seguida de esa misma acción ponerme de pie.

- Estaba tan cómoda ... -dije curvando los labios-.

Estiré mis piernas y salté con dirección al suelo, caí de rodillas. Volvió a producirse otro sonido sordo seguida de una fuerte brisa con un fuerte olor metálico.

- Sangre... -me tapé al boca y tosí con fuerza-.

Abrí mis ojos como platos, sentía a alguien cerca. Caminé a paso lento hasta las ventanas de la parte principal de la iglesia. Miré con detenimiento, era una niña. Me asome a un cien por siento.

- ¿Qué haces acá? -le pregunté seriamente-

Al parecer, demostrar ser ruda es una de mis habilidades más 'normales'.
Curvé los labios y puse una mano en mi cintura.

- Está bien. - dije tranquilamente mientras entraba por la ventana, y luego me sacudía la ropa- Las criaturas, están en todos lugares...

Me crucé de brazos , caminé hasta un asiento más adelante que ella, lo limpié y me senté. Crucé las piernas.

- Y más en iglesias abandonadas... -miré con detalles a mi alrededor- son cultos de todo tipo de magia... -suspiré y luego recordé- perdón, -reí a medio labio- Mi nombre es Saya - me dí vuelta y la ví a lo ojos-.

Analizaba desde su punto de vista, hay algunos tipos de bichos feos que no profieren acercarse a las iglesias, aunque por otro, son refugios de otros extraños.

- La tranquilidad. -miré a un punto vacío en la iglesia- la inmortalidad es aburrida si uno no tiene a alguien a su lado -suspiré-.

Como los otros tres sonidos, volvió a producirse. Parecía que ella no sentía nada, su rostro mostraba más curiosidad que preocupación.

- Y al parecer hay algo allí -señalé por la ventana al convento-.

- Sin estar más cerca, no sabría decirte - miré al lugar donde apunte- pero por cada golpe, tira un fuerte olor a oxido - con solo pensar en eso me hacia dolor la cabeza-.

- Sonríe a medio labio- Me gustaría, - sus ojos brillaron a un tono rubí- estoy más que intrigada...

Caminé tranquila hacia la vieja puerta de madera, puse mis dedos sobre ella y giré la cabeza sobre mi hombro.

- ¿Vendrás? - dije corta y seriamente-.

Salimos juntas, caminando al mismo paso y siguiendo por un sendero destruido. Le hice una señal con los dedos para salir del camino, y entrar por otro lugar.
Ladee la cabeza junto con el cuerpo, mi vista se hizo confusa y aguda, me reincorporé rápido.

- Este olor es una asco -pensé-.

La chica junto a mí, Yuuki, no lo sentía. Vaya suerte, sonó una rápida voz dentro de mi cabeza, aún prestando anteción a los golpes consecutivos, dentro del convento.